TEXTOS COMENTARIO LINGÜÍSTICO
TEXTO I
TEXTO
Eran
más de las cuatro
y los dulces rayos de sol de última hora de la tarde lo envolvían todo. El sol, como si estuviera sumido en profundas reflexiones, iba descendiendo
despacio hacia el oeste.
Me senté en la arena, dejé la bolsa a un lado y me quedé contemplando el
paisaje en silencio. Era una vista verdaderamente dulce y apacible. Mirándola,
resultaba imposible imaginar que alguna vez hubiera venido un gran tifón y que las altas olas me hubiesen arrebatado a un amigo irreemplazable.
Tampoco debía de quedar casi nadie que recordara aquel suceso ocurrido cuarenta
años atrás. Parecía que todo fuera una ilusión mía, creada por mi mente hasta
en los mínimos detalles. De pronto, las profundas tinieblas de mi interior ya
habían desaparecido. Se habían marchado tan súbitamente como habían venido.
Me alcé despacio de la arena. Me dirigí a la orilla y, sin arremangarme siquiera
los pantalones, me adentré tranquilo en el mar. Y, con los zapatos puestos,
dejé que las olas me lamieran
los pies. (...).
Alcé la mirada al cielo. Unas
pequeñas nubes grises parecidas a copos de algodón flotaban en él. No había un solo soplo de viento y parecía
que las nubes permanecieran clavadas en
el mismo lugar.
HARUKI
MURAKAMI (Relato).
1. TEXTO
El establecimiento se halla casi
lleno. Tras barrer el interior del local con la mirada, nuestros ojos
se posan en una chica que está sentada junto a la ventana. ¿Por qué en ella?
¿Por qué no en otra persona? No lo sé. Sin embargo, por una razón u otra, la
chica atrae nuestra atención de un modo espontáneo. Está sentada en una mesa de
cuatro asientos, leyendo un libro. Parka gris con capucha, pantalones vaqueros,
zapatillas deportivas de color amarillo desteñidas tras múltiples lavados. Sobre
el respaldo del asiento contiguo cuelga una cazadora. Tampoco ésta parece
nueva, en absoluto. Por lo que respecta a la edad, hará poco que la chica es universitaria.
Ya no es una estudiante de bachillerato, pero aún conserva el aire del
instituto. Tiene el pelo negro, liso, corto. Lleva poco maquillaje, ninguna
joya. Cara pequeña y delgada. Gafas con montura negra. De vez en cuando frunce
el entrecejo con aire reconcentrado. Está absorta en la lectura. Apenas aparta
los ojos del libro. Es un grueso tomo de tapa dura, pero, como lleva puesta la
sobrecubierta de la librería, no se ve el título. Dada la gravedad con que lo
lee, debe de tratarse de un libro de contenido muy serio. La chica no se
salta una sola línea, sino que, por el contrario, parece ir masticándolas a conciencia, una a una.
Sobre la mesa hay una taza de café. Hay un cenicero, al lado de éste, una
gorra de béisbol de color
azul marino con la «B» de los Boston
Red Sox. Posiblemente le vaya un poco grande. En el asiento contiguo descansa un
bolso bandolera de piel marrón. A juzgar por el abultamiento que presenta
el bolso, la chica ha ido embutiendo en él de forma apresurada todo cuanto le
ha venido a la cabeza. Alza la taza a intervalos regulares y se la lleva a la boca, pero no
parece que saboree el café. Tiene la taza delante y se toma el café porque eso es lo que tiene que
hacer.
HARUKI MURAKAMI After dark
TEXTO I
En Valecia con los suyos, el Cid permaneció
estaban también sus yernos, los infantes de Carrión.
Un día, en un escaño, dormía el Campeador;
un mal accidente sabed que les ocurrió:
salióse de la jaula, y quedó libre un león.
A todos los presentes, les asaltó un gran temor;
se ponen el manto al brazo los del Campeador,
y rodean el escaño protegiendo a su señor.
Fernan Gonzalvez, infante de Carrión,
no halló dónde subirse, ni abierta alguna habitación;
se escondió bajo el escaño: tanto era su pavor;
Diego Gonzalvez por una puerta salió,
diciendo a grandes gritos: "!Ya no veré Carrión!"
Tras una viga lagar se metió con gran pavor;
el manto y el brial muy sucios los sacó.
Hallaron un vergel con una limpia font;
mandan plantar la tienda los infantes de Carrión,
con cuantos van con ellos, ahí duermen esa noch,
con sus mujeres en brazos les muestran amor;
¡mal se lo cumplieron tras salir el sol!
Mandaron cargar las acémilas con los bienes de valor, "acémilas": animales de carga"
está recogida la tienda donde se albergaron de noch,
adelante había ido el séquito de los dos; (...)
Los cuatro solos quedan, el resto se marchó,
tan gran mal urdieron los infantes de Carrión: "urdir: maquinar"
"Creedlo bien, doña Elvira y doña Sol,
aquí seréis escarnecidas, en estos fieros montes.
Hoy nos marcharemos abandonándoos a las dos;
no tendréis parte en las tierras de Carrión.
Irá este recado al Cid Campeador;
nos vengaremos en esta de la del león."
La buhonera con su cesto va tocando cascabeles, "buhonera: vendedora ambulante"
pregonando sus joyas, sortijas y alfileres.
Decía: -"Llevo toallas!Compradme estos manteles!"
Doña Endrina la vio y dijo: -"Entra aquí, no receles."
Entró la vieja en casa; díjole:"Mi señora, hija,
para esa mano bendita, aceptad esta sortija.
Dejadme que, en secreto, os diga una pastija "Pastija"-Ocurrencia
que he pensado esta noche. " Poco a poco la aguija. "la aguija"- Le crea curiosidad.
-"Hija, siempre estáis en la casa encerrada.
Envejecéis a solas, sin ser vista ni admirada,
salid, mostrad en la plaza vuestra beldad loada; "beldad: belleza"
entre cuatro paredes, no vais a ganar nada."
TEXTO II
Dícenme que amor no hiere,
mas a mí muerto me tiene.
Dícenme que el amor no hiere
ni con hierro ni con palo,
mas a mí muerto me tiene
la que traigo de la mano.
Dícenme que el amor no hiere
ni con palo ni con hierro,
mas a mí muerto me tiene
la que traigo de este dedo
¿Por qué me besó Perico,
por qué me besó el traidor?
Dijo que en Francia se usaba
y por eso me besaba,
y también porque sanaba
con el beso su dolor.
¿Por qué me besó Perico,
por qué me besó el traidor?
En Santa Gadea de Burgos, "hijodalgo: hidalgo"
do juran los fijosdalgo, "do: donde"
allí le toma la jura
el Cid al rey castellano.
Las juras eran tan fuertes
que a todos ponen espanto;
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
-"Villanos mátente Alfonso,
villanos, que non fidalgos;
...............
si non dijeres verdad
de lo que te es preguntado:
si fuiste, ni consentiste
en la muerte de tu hermano.
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